martes, 17 de diciembre de 2013

Publicidad de marcas y de "reformas necesarias".

No es raro encontrar en la publicidad valores que poco o nada tienen qué ver con los productos y/o servicios ofrecidos.  

Sobran ejemplos. Piensen en las "fiestas del embajador" en las que la gente refinada, previo "oh", consumía chocolates Ferrero Rocher, los refrescos que nos invitan a hacer "buenas obras", los anuncios de Macintosh que mostraban a un joven práctico humillando a un hombre cuadrado que representaba a Microsoft o los múltiples comerciales de automóviles e incluso de bebidas alcohólicas donde aparecen personas triunfadoras hablando de sus éxitos, mostrándonos que en la vida tienen completamente claro qué es lo que quieren, incluido, el producto anunciado.

Muchas marcas se crean una reputación, un “buen nombre” (“goodwill”) a veces añadiendo a sus productos valores como “elegancia”, “modernidad”, “intrepidez”, “éxito” o “fuerza”, por mencionar algunos.

En sus comerciales generalmente hay un “mejor ser”, alguien que es feliz o admirable ya sea gracias al producto o que simplemente gusta de consumirlo.  También es común que aparezca un “peor ser”, alguien  desagradable que no utiliza, desaprueba o compite con el producto en cuestión.

El objetivo es que entre un valor, algo que anhelamos o que nos gusta y algo que podemos comprar o consumir se creé un nexo, uno que la mayoría de las veces ni siquiera está justificado.

Todavía es menor el trabajo de demostrar el vínculo entre los antivalores o las actitudes ridiculizadas con la negativa de consumir lo ofrecido.

Quizá lo más importante es que se reduce en el consumidor la tarea de análisis y todo pareciera  dirigirse a responder: ¿Cómo quieres ser o cómo no quieres ser? en función, claro está, de lo ofrecido en los anuncios.

La legitimidad de estas estrategias cuando se trata de vendernos puede ser discutible y quizá tema de otro momento pero lo que me parece reprobable e incluso indignante es encontrarlas en mensajes, pagados con dinero público, relativos a las acciones y propuestas del gobierno así como a las reformas.

En lugar de ser explicativos o de justificar sus posturas respecto a un tema, prefieren indicarnos que apoyarlos se relaciona con valores deseables por todos los gobernados, mientras que hacer caso a las voces disidentes es sinónimo de perpetuar el estancamiento y el atraso; lo grave es que jamás nos dicen por qué.

Aquí algunos ejemplos:

-Los primeros anuncios del gobierno de la República incluyen a un joven de apariencia relajada, con música motivadora y solos cursis de guitarra de fondo, repitiendo frases hechas que todos los gobernados compartimos como: "Ir rumbo al progreso", "Vamos a modernizarnos", "Cambiemos a México", sin olvidar que intentan refutar a sus opositores utilizando las imágenes de Lázaro Cardenas, glorificándolo y aplaudiéndole con el pequeño detalle de que no encontramos jamás justificación alguna. No hay contenido explicativo sino únicamente manipulación a través de sentimentalismos baratos. 

-En los spots de la “Reforma educativa” aparecen profesores exponiendo frases coherentes con un tono responsable: “Yo sí apoyo la reforma educativa porque también soy padre de familia y quiero un mejor futuro para mis hijos”. En ningún momento se molestan en señalar “por qué” ni cómo” la reforma representará beneficios para todos ni mucho menos en “qué” consiste ni qué cambios habrá. Únicamente nos muestran a alguien aparentemente cabal apoyándola y nos dicen que es benéfica. El mensaje en sentido contrario es claro: no apoyarla es buscar el estancamiento educativo.

-El tema se vuelve más ridículo cuando se trata de la reforma energética. Los anuncios del PRI únicamente mostraban a Cesar Camacho (presidente del partido) indicando que la reforma energética significa transformar a México y bajar los precios de los fertilizantes para  finalizar de forma contundente: “Ni en esta reforma ni en ninguna otra se privatizará el petróleo”. Por qué, cómo, qué es, qué cambia, por qué no se privatiza. Nada.  Los que no la apoyan no quieren “transformar a México” y mienten cuando hablan de “privatización”.

-Los anuncios más recientes son todavía peores, esos que todos ustedes verán y escucharán hasta el cansancio más pronto de lo que imaginan. En todos ellos aparece una persona dubitativa respecto a la reforma energética y otra que le saca de dudas indicando cosas como que “Bajarán los precios”, “El petróleo seguirá siendo de los mexicanos”, “Representará progreso” y culminan con la palabra: “Infórmate” en tono exigente.  Uno de ellos llega al absurdo de contestar a la pregunta: “¿Antes de la reforma no se podía extraer el petróleo?” con un simple: “No”. Un monosílabo. Nada de explicar y ni siquiera una mísera mención al contenido de la reforma.

Nos evitan realizar esos “molestos” trabajos de análisis y sintetizan todo en valores y antivalores relacionados con el apoyo a sus propuestas; el contenido sale sobrando cuando a través de fórmulas probadas en otros contextos se puede tranquilizar e incluso obtener el apoyo de una colectividad que desafortunadamente padece no sólo de ignorancia sino de apatía por la información.

Más allá de la opinión que se tenga sobre las reformas, es claro que los mensajes oficiales además de una falta de respeto (y esfuerzo), representan un deprimente diagnóstico: En México la evaluación del proceder de las autoridades se realiza con los mismos parámetros que la elección entre un refresco u otro.

Epílogo:

Ojalá algún publicista pueda explicarme, ¿por qué en un spot sobre la reforma educativa el joven “moderno” se pone a caminar sobre el pizarrón con los alumnos y llegan a una carretera?, gracias


https://www.youtube.com/watch?v=D5hkdCUwDtw


https://www.youtube.com/watch?v=Sfftu3njHWA&list=PLvtp80ozfi54Y1F_YTlL5_CRHHsuLuLWK

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