Se acabó. Sus detractores tenían
razón: el fútbol es un engaño, uno muy vil y repugnante.
Nunca quise esuchar a los intelectuales que lo repetían hasta el cansancio. Queda claro que no se puede ser intelectual y cavernicola futbolero a la vez, se es, invariablemente, uno u otro. Curioso, también hay dos equipos.
Pero tristemente estaban en lo correcto: mientras todos
creemos que los "jugadores" se parten el alma perfeccionando
técnica y memorizando estrategias, la realidad es que son entrenados arduamente
por coreógrafos de repúblicas ex-soviéticas e instruidos por guionistas cubanos
y alemanes.
Los argumentos de la farsa en
turno obedecen a un grupo histriónico-socio-económico-político que semana a
semana tiene que meditar, remuneración de por medio, sobre el rumbo de la
puesta en escena que corresponda.
Piénsenlo un poco, basta con que
los "protagonistas" memoricen el guion y si al minuto "90"
debe caer ese gol "heroico", sólo necesitan recordar las
instrucciones como pasos de baile: ""Chassé, jeté, Epaulé, Brissé, etcétera", poner la
pelota en el más hábil para que la coloque dentro de la portería y listo. El
resto es actuación, ¿creen que después de pasar años pateando un balón durante horas y
horas, siendo pagados por ello, no lograrían colocarla dónde las órdenes indiquen?, por favor, he visto a los miembros del "Cirque du
soleil" hacer cosas mucho más impresionantes por cantidades de
dinero insignificantes si se comparan con las que reciben los futbolistas.
Algunos ejemplos de farsas:
-Los ingleses ya sabían que Diego
tenía que correr a través de ellos, ¿o realmente creen que es coincidencia que
no lo hayan bajado a patadas?, ¿en serio?, ¿zagueros ingleses mirando
impasibles a un diminuto hombre devorarles la dignidad deportiva? Debe ser una
de las mentiras más ensayadas de la historia. Un pactado consuelo al lastimado
orgullo argentino por la guerra de las Malvinas.
-Pelé y Garrincha en realidad
fueron un par de cirqueros frustrados que tuvieron la fortuna de encajar
perfectamente en los guiones de "unión intercontinental" que los
escritores cursis de las décadas de la posguerra "sutilmente" nos
vendían como "estrellas": un par de latinoamericanos de un país,
entonces subdesarrollado, asombrando a europeos "dueños del deporte"
y que por entonces creían a nuestro continente carente de civilidad.
-¿Un conjunto ucraniano llamado FC Start negándose a perder un partido
frente a un equipo del ejercito alemán en 1942 y siendo sus jugadores en consecuencia enviados a campos de concentración y algunos otros
asesinados? Conmovedora mentira para "glorificar" el primitivo acto de perseguir
una pelota.
-Alemania Occidental levantando la copa del
mundo en 1954, justo una década después de que prácticamente el mundo entero
los desacreditara por el holocausto, derrotando en la final a la Hungría de
Puskas, la misma Hungría que semanas antes los goleó escandalosamente 8 a 3.
Qué conveniente novela.
-¿Una guerra entre El Salvador y Honduras detonada durante los partidos eliminatorios rumbo al mundial de México 70?, legitimación de guerra, ¿Los holandeses con un pacto de "no recibir la copa" de manos de la dictadura argentina en caso de ganar el mundial del 78 en dicho país, mismo que finalmente perdieron?, patraña que busca limpiar el nombre de los holandeses que se prestaron a formar parte de un vergonzoso engaño.
-¿Alemania casualmente recién
unificada ganando la copa del mundo en 1990?, a otro tonto con ese cuento, las
lágrimas de Diego por el "supuesto robo" fueron escritas y arduamente ensayadas con un famoso
dramaturgo francés del que desconocemos su nombre, pero no importa, tiene mucho
sentido.
Claro que nunca veremos los
cuartos secretos donde los jugadores ensayan acrobacia y coreografía ni
leeremos los guiones que llegan a sus manos antes de cada juego porque el
fútbol se trata de la evolución máxima del teatro, el "pan y circo"
de nuestra época. Y es que son esas epopeyas sintéticas las que abonan (no hay otra
palabra) ese redituable patrioterismo acéfalo en estos tiempos dónde la guerra
es de mercado y mercancía.
Es probable que en bodegas
abandonadas de algún país olvidado, en ocultisimo secreto, Ronaldinho entrenara
día y noche con esferas de fuego, Hugo Sánchez con trapecios y aros de gimnasia
rítmica sin olvidar que Cruyff habría depurado su estilo con finísimas
bailarinas rumanas.
Tampoco se confundan, Kikín Fonseca, Kezman, Palermo, Abdul Thompson, Renaldo, serían perfectos
acrobatas y de la más fina manufactura pues ensayar fallos es una labor mucho
más dificultosa. No cualquiera puede cumplir con la consigna de fallar 3
penales en un partido o mandar la pelota a la tribuna cuando no hay portero en
frente.
Por su parte, Gravesen, Pepe, Becerril,
Materazzi, Coloccini y el coreano Rivera, en realidad habrían estudiado danza
contemporánea y el más sofisticado kung fu militar chino para
"lesionar" sin lastimar realmente. Se trataría de príncipes ágiles
disfrazados de bestias inmisericordes para esta farsa.
Todo es teatro escrito bajo profunda reflexión y ensayado milimétricamente: El penal de Panenka, el gol
de Negrete, muy a tiempo después del terremoto del 85, la final del Bayern y el
Manchester, la del Liverpool y el Milan, la chilena de Rivaldo, el gol de
Zidane al Leverkusen, el gol fantasma del 66, "casualmente" repetido
en 2010 entre los mismos equipos pero "justicieramente" en contra de Inglaterra, el Maracanazo
del 50, la final Monterrey-Cruz Azul, el América de Televisa ganando de forma drámatica la final justo 6 meses después de la toma de protesta de Peña Nieto, el partido de Italia y Alemania Occidental en México 70 y cualquier otra
"gesta heroica" fueron delicadas puestas en escena.
¿Qué podemos hacer ahora que
sabemos que todo es dramaturgia, coreografía y tiempismo?, simple: mientras no
conozcamos el guion, seguir acudiendo con las mismas incógnitas
que quiénes asisten a ver una película nueva, una obra de teatro o leyendo una
novela desconocida y emocionarnos con la misma legitimidad que ellos ya que,
después de todo, es el espectáculo que hemos elegido, uno que, aparentemente, requiere de mucha mayor gracia, talento y precisión.
Adrián Ricardo Flores Lozano.