Arena
de estómagos desiertos en caída incesante apresura el paso y sepulta a las
letras; aquellos que indican que progresar es elección, olvidan que la
perseverancia no arrulla al hambre.
El
devenir del sol empapa al cuerpo pero no lo convence de dejar de devorarse
a sí mismo: El estado famélico es voluntario, gritan algunos todavía
No
sorprende que cualquier moneda ofusque pues aunque el oficio deshumanice, la
sangre ajena es efímera pero la inanición es definitiva.
Lujosas
botas relucen sin vestigios de delito pues sobran lenguas y acordeones serviles
para glorificarlas. Hoy el plomo alimenta más que
el sudor.
Los
cuatro vientos son propiedad privada, descansan en el espectro.
La
concesión vomita merolicos que saben que nunca hay que morder la mano que
alimenta: todo está bien, mucho que agradecer, hasta mañana, “no se duerma”.
El
verde inunda nuestras calles con la promesa de regresarnos el blanco a través
del rojo.
Algunos aplauden y otros desaparecen porque a veces hay que pagar un
precio "colateral", aunque sea de carne y hueso; si la “estadística”
no coquetea con nuestro entorno, seguirán siendo números rumbo a la paz. Mejor
no quejarse ni hablar de más, no vayamos a "quitar los alfileres" y
terminemos absorbidos por las caídas del sistema.
Manos
morenas y manos color "carne" llevan siglos sin terminar de
estrecharse, porque “hacer compadre al indio” es pagar la culpa, "el nopal en la
frente" no se oculta con seda y los "cadillos" siempre derriban la farsa de
quienes osan creerse “gente”.
El
pecho a tierra, cualquier estruendo cisca porque sabemos que si la pereza invadiera a
la fortuna dejándonos en manos de imprevistos cada vez más habituales,
enfrentaríamos desnudos a la barbarie desde la más profunda de las soledades;
cuando la justicia se ha vuelto una cortesana ambiciosa, objeto de subastas y
sedantes, es mejor no buscar cobijarse con su manto pues las madres se han
vuelto caníbales y sus regazos sepulcros silenciosos.
Cuando el individualismo se transforma en requisito de
supervivencia, el país sólo existe en fiestas patrias.
¿Y si osare un conocido enemigo? los cabrones están adentro. Difícil pero necesario recordar que México es mucho más que sus instituciones podridas y sus problemas históricos y culturales. Gritar hoy no es un festejo sino un reflejo, una consecuencia, una necesidad.
¡VIVA MÉXICO CABRONES!